Quantcast
Channel: Las Mala Juntas » Cuento
Viewing all articles
Browse latest Browse all 32

Adiós letrero

$
0
0

Domingo Michelli (Venezuela)

Buenastardes señorayseñore pasajeroj. Porfavor esas buenas tardes…. Gracia poresas buenastarde. Bueno la verdá no quisiera fastidiarlos nincomodarlos yoséquesto fastidia. A veces uno está enuna camioneta y se montan como cuatro pana por viaje, así, a mostrar fotos de niñasyniños enfermas y la verdad es que ya nadie losmira ni lesda nada… La verdá, es que ya nadie se comesecuento ¿Usté no se lo come verdá seño? Nuez quiuno sea malo o sihaya vuelto malo, o quiauno nolimporte la gente, peroes como todo pue’ uno también se cansa ¿no? Fíjense quelotrodía se montan unos panitas y con unas franelas Quisilver, con un rollo de-que-venían de Margarita y queran surfistas, quique los habían invitado a surfiar en la Guaira los de lalcaldía y yestán jodíos porque dejaron las vainas enel carro y les robaron todo toditotodo. Entonces yque andaban con unas chamas y se tenían quequedar en una pensión malamuertosa porque el refugio que lesofrecían no era seguro pa’las chamas y: una pequeña colaboración asíde-loquesea migente. Psst yo nosé-qué-pa-só, que me fui de boca y les di mil bolos… un bolo… y tooodoelmundo en la camioneta les dio. ¡Claro! Atodas estas loschamos se bajaron muertuerisas porque lo que les dieron unOscar porsu chow…  Quiénsecree se-mojón ¿son todos huérfanos acaso? Qué, no tienen ni un primo, umpana que les pueda mandar una platica, malquesea prestada, o ¿no pueden llamar alguien que los venga y losalve?  ¿Ah flaca? Sí, supongo questo de las camionetas da plata… Bueno, sele-saca, uno sinventa elcuento que-es, bueno… Comuaquel pana que vende los cepilloje-dientes, se tiene toda unalabia yhasta materialdiapoyo, carga enel bolso conunos sepillosviejos, unos perolitos de “Así son tus dientes concaries/así son tus dientes cuando te compres el cepillito”. Hayunos panas que semontan con un cuatro yunas maraquitas, cantan una canción de Juanes que lesdebe tener podrido el cerebro, ya los he pillado 3 veces enmenos diun mej con lamisma cancionsita. La cantan bien porlomenos, siempre les dan plata: hasta unpana quesburda-burda detacaño les dio mil bolos… un bolo. Bueno, fíjese varón Quéjodido queya lagente no le sorprenden las pelotas desas tumurosas que le guinden a un viejo en lapanza: na’ queva, esoselo puede operar, pero no, luhace pa’dar lástima. Uno nomás mira palotro lao y fuego… Ni cuando semontan chamitos de 9 con una caja másgrande quellos y tintentan vender cocosetes, no: uno les voltea losojos, uno se dice que sonhijo unos padres explotadores y que no les va a dar aesos coñuemadres pa que losigan usando. ¿Cuántas veces han rechazado esas tarjeticas de piolin-tazmaña y los otros Lunituns? Hay un se-ñor quehevisto en elmetro ques mucho-más serio: llega, te da un marcalibros con salmos y te dice “Porfavor no melo-devuelva, es unregalo, sino mequierecolaborar, nuhay problema. Es un obsequio, es lapalabra delSeñor yeso no se deguerve” y asíviene y tiobliga a darle, porque nades regalo. Señoras y caballeros fíjese ¿hace cuánto que no seconmueven con una historia limosnera?  Cuantas veces niños de lacalle no le han botao alguna comida que usté les da, porquellos loquequieren elrial… ¿Cuantas veces ha tenido que ignorarlos porque a usté no le queda niuna puya? No señores pasajeros, no sinsensibilicen ante la estafa, ante la mañipulación no dejemos quiun estado sicopático nos grobierne. Yo aquí dondemetienen, no les vengo a vender nada ni a raquetearles elsensillo, lo que vengo es aucuparles un ratico de su tiempo, les vengo acontar uncuento. Un cuento que claro doñita, paseadelante derrepente no lesguste y hasta derrepente, luencuentran larguísimo y aburrido, perobueh, uno nuez moneditadioro y noles cobro porescucharme, así que ¡venga! si se ladillan pongase unosaudífonos y no paguen el pasaje.. -mentira chófer, mentira. Aquílesva:

 

Tuve un amigo tuerto que se divertía viendo a la gente marearse con su ojo. Premeditadamente lo movía derriba-bajo para incomodar a sus interlocutores. Biroloco le decíamos, porque lo errático de su ojo se le había contagiado al cerebro y a veces se quedaba guindado o le entraban unas ganas de correr y pegar gritos. Cuando no se atolondraba Biroloco era bien chistoso. Tenía una sonrisa de Goofy y una risa también de Goofy Juik-juik-juik alguasí. A Biroloco le encantaban las vallas publicitarias y los letreros de locales, sobre todo las de neón, le alborotaban la birolez, decía que era como si se echara unas carreras muy rápido y quedara todo casado después. Biroloco sudaba después de quedarse media hora viendo el nombre verde neonoso del Dragón Rojo. Mientras, nosotros comíamos helados enfrente, en Creamaparaíso, él se iba para allá a ver sus letreros. Decía quera porque no le gustaba mucho la barquilla esa, que yque Cremaparaíso tenía unas letras raras que él no podía distinguir si eran rojas o rosadas. Todos sabíamos que era porque no tenía real ni para una tinita, y Gustavito que era el que le podía brindar, no iba a renunciar a su doble capa de chocolate para convidarlo. Uno cuando está chiquito no se fija mucho en eso, en los nombres de los locales, en que algunos puedan tener una mujer de tetas grandotas, en que otras tengan tal tipo de letra, en que la Coca-cola y la Pepsi se pelean por hacerle los nombres a los kisquitos de carretera porque así les hacen publicidad. Mucho menos uno se va a estar imaginando de qué material están hechas las arepas gigantes de arepera, ni de cómo carrizo las montan allá arriba… Bueno, quizás eso sí. El único letrero que es un recuerdo memorable en mi infancia es el del autolavado de las Acacias, la calle de los hoteles… Cuando mi abuelo me iba a buscar para almorzar en casa de la nona, pasaba religiosamente por los Quesos Quenaka con la vaquita esa que me parecía tan simpática y luego: a lavar el carro en el autolavado. Así al abuelo le daba chance de hablarme de papá y del tío, sin tener que llevarme al cine o al parque ni nada desas cosas que le aburría tanto, también así le daba chance a la abuela de terminar de cocinar. Para mí era lo máximo, el autolavado era un aparato bien raro y casi semanalmente se me olvidaba algún detalle del proceso de limpieza. Cuando los señores aspiraban los asientos y las alfombras yo me quedaba viendo ese letrero que decía AUTOLAVADO, que brillaba porque estaba hecho de escamitas redondas de aluminio: azules, amarillas y plateadas. Si hubo algún letrero que me intrigó en mi infancia fue ese, yo no entendía cómo era que se movía, si era que se movía, tampoco entendía qué lo hacía brillar, yo sólo veía un rectángulo movedizo en el aire. Biroloco fue el que me hizo darme cuenta que cómo estaba hecho, de escamitas, de que era el que viento el que las movía y eso era todo.

Hace unos días yo había salido de la oficina a fumarme un cigarro. El edificio queda en Chacaíto. Siempre hago esta cosa de quitarle la punta a los cigarros, la parte que dice VENEZUELA, echo vaina diciendo ques porque no me gusta fumarme a Venezuela, pero en realidad es porque los cigarros se me hacen muy largos últimamente. Me he dado cuenta que es como una especie de versión de Hansel y Gretel, muchas veces he encontrado las puntas de los cigarros, las cabezas guillotinadas de los cigarros y reconozco que he estado ahí hace un par de días o algo así, también me he encontrado las cabezas de cigarros amarillos porque tienen ya más tiempo, semanas o quéséyo cuanto. No creo que meses. Bueno, estaba ahí fumándome mis 3/4 de cigarro y un loquito me empujó por el hombro y me dijo BIIIIICHO, yo ni entendí qué dijo y le devolví un empujón violento y casi iba a dispararle en la cara el cigarro, pero su postura era inofensiva. ¿No me recuerdas?, sí lector, era Biroloco.

Mi amigo de la infancia estaba hecho un trapo. La última vez que lo vi, su abuela, la que lo cuidaba, se había muerto y él se había tenido que ir a vivir con un hermano. No lo veía desde los doce años, pero tenía la misma cara de niño, más sucia y golpeada, pero su ojo inquieto seguía igual, enérgico y distraído. Fue de esos momentos terribles pero de euforia, en que te consigues a un conocido… bueno alguien a quien yo había conocido. No sabía si quería hacerme el suizo o darle un abrazo a esa franela sucia y rota, no sabía si el pobre Biroloco se había vuelto un animal rabioso, pero me dijo:

¡Amigo! ¿Tiacuerdas de mí?

Lo pensé tres veces, le di una vuelta a mi memoria y le respondí:

¿Gabriel? —quizás su sobrenombre lo ofendería.

¡Sí bicho! ¡Biroloco! Quefino que tiacuerdes de mí… Una vez mencontré a Carlos y sizo el-loco…

No vale… jeje, ¿cómo andas?

Bueno, aquí mevés… No muybien —era obvio y mi pregunta estúpida.

Hubo un silencio en el que pensé iba a pedirme dinero, quizás él también lo pensó.

¿Trabajas ahí? —señalando el edificio detrás de mí.

Seh, una cagada de trabajo, pero bueno… De algo se vive ¿no? —esta vez no me di cuenta de lo estúpida que le sería esa afirmación, me di cuenta fue después.

Verga sí… Estaba yendo a un lado… ¿me acompañas? Es poraquí cerca…

Fue una de esas ocasiones en que te acorralan y en las que realmente no quieres regresar a lo que estabas haciendo, pero simplemente tienes miedo, no sientes curiosidad, estás paranoico, estuve a punto de decirle que sí:

Coye viejito, lo que pasa es que estoy enmedio diun asunto importante… ¿otro día?

Ah bueno… Tabien, me hubiese gustado que me acompañaras.. Pero dale, dale… otrodía.

Más tarde me sorprendí pensando en Biroloco. No fue que me quitó el sueño ni mucho menos, pero de cuando en cuando me preguntaba cómo carajo había terminado en la calle. No era que fuese muy difícil de imaginar, porque del hermano con el que lo mandaron a vivir se hablaba muy mal, pero bueno, eso, me intrigaba conocer esos detalles, esos puntos de inflexión que llevaron a Gabriel Biroloco a terminar vagabundeando en la calle. Al día siguiente no bajé a fumarme el cigarro en la puerta del edificio. Me escondí en el estacionamiento, no me sentía “preparado” para verlo, necesitaba más confianza, algún tema de conversación. Un par de días después bajé con el recuerdo fresco de una vez que le lanzamos un tumbarrancho a la vieja Frida y casi se medio muere, ordenando la secuencia de esa otra vez en la que nos fuimos a explorar un terreno baldío y a Ernesto lo mordió una culebra que era inofensiva, luego esa otra oportunidad en que Carlos se monió por la platabanda de doña Julia y casi se mata, todas esas memorias oxidadas de infancia y… Biroloco nunca apareció. Seguí jugando con la colilla un rato después de terminar el cigarro, pero no llegó.

Me di cuenta de lo ingenuo que había sido por obsesionarme con el asunto, Biroloco no me iba a buscar otro día, había captado la indirecta. ¿Cierto? En cualquier caso sentí un poco de alivio, como si me hubiese salvado de una sorpresa incómoda, aunque no fuese sorpresa. Cuando regresé a la oficina me di cuenta de que había disfrutado recordar todas esas cosas de cuando era niño y de que me hubiese gustado compartirlas con alguien, intercambiar memorias, estar seguro de que pasaron…

Durante los días siguientes Biroloco tampoco apareció. No volvería a aparecer. Yo seguiría bajando a fumarme un cigarro, pensando en cosas de mi niñez, la nostalgia es rara, ¿saben? Se supone que es algo malo, pero es como sabrosa… Creo que los brasileros tienen algo así, la llaman saudade y dicen que es dichosa. Tampoco me malpegué mucho con la cosa, seguía como siempre, ordenando los proyectos de la compañía y no descuidé ningún pago en la tarjeta, no se me olvidaba hacer mercado ni ninguna de esas babosadas que le pasan a la gente cuando anda monotemática, ni siquiera les hablaba mucho a mis amigos del rollo, pero una noche, unas dos semanas después de haberme encontrado con Gabriel, tuve un sueño raro, uno de esos sueños redentores en los que haces algo que se supone que no pudiste o no tuviste las bolas de hacer, soñé que acompañaba a Biroloco al lugar que me quería mostrar.

Comenzaba con la conversación que tuvimos, pero esta vez yo le contestaba ¡Plomo Biro! y lo seguía rememorando todos esos cuentos con los que bajaba a fumar, si se pudiese fumar sonámbulo, creo que habría prendido un cigarro. Íbamos un cigarro tras otro, pasábamos por el semáforo del Country en Chacaíto y él me decía Subiendo porahí duermo a veces… —señalando La Libertador—, seguimos por el Beco, Denoche la gente de la feria sebota umpoco e’comida y ..chiamo yo creo que ceno mejor que nadie… pasamos por los chinos de la esquina Aquí siarman unas coñazas… Unavez un par de loquitos salieron conlas botellas y se las partieron eluno alotro casi almismotiempo…, y seguimos subiendo por el Bosque del Country hasta el semáforo de arriba. Biroloco se paró en la esquila, con la peluquería china a sus espaldas, y riéndose me dijo: Aquíera loquete iba a mostrar. ¿Te acuerdas quen esas piedras, antes había un letrerote grande, grandote quedecía LA SELVA?, y ahí me desperté.

Eso sí me obsesionó un poco. Pasé un par de días pensándome el sueño. Tardándome hasta una hora en mi break de cigarro, a ver si Gabriel aparecía, pero no pasó. Me fui un día a la panadería esa que ahora tiene un letrero majunche que dice BAKERY o algo así Así comoque coño, y además eninglés… Recordé la profunda impresión que me causaba ese letrero de neón verde cuando era niño, era una impresión no valorada, era como un aborto de valoración… Supongo que el símil es el de esa persona que comienzas a querer cuando el otro se va, pero que durante años nisiquiera notó su presencia, un rollo de doble-culpa, la de fallar y la de no poder remediarlo. Me quedé viendo esa fachada de piedra enorme, vacía y empecé a buscar otros recuerdos como ese…

Me entró una curiosidad loca por averiguar qué otros recuerdos había perdido, empecé a caminar la Solano y por el Boulevard de Sabana Grande. No había nada de las cosas que recordaba: La Iguana, Il mulino Rosso, La barca, y todos esos restauranticos donde fuimos a comer algún sábado. En Plaza Venezuela no estaba el timón del Morris ni la Paella de alado, no estaba la pelota de Pepsis ni la tazota de Nestlé aunque esa fuese más nueva. Subí por el cine que alguna vez hubo detrás de la Torre Polar, y al final de ese trecho tampoco encontré el letrero de la única funeraria que existía en minfancia, LA VOLUNTAD DE DIOS —el mejor nombre que una funeraria pueda tener—… Entonces recordé el funeral del abuelo… El autolavado.

El letrero del autolavado seguía allí, al menos hasta ese día que fui. Estaba todo desconchado, no tenía ningún brillo ni color, tampoco se movía con la brisa. Estaba todo marchito y manchado de smog, creo que el autolavado estaba cerrado, no percibí ninguna actividad. Recordé a mi abuelo peleando con los que aspiraban y secaban el carro y luego recuerdo que me daba unos billetes para que les diera la propina. Ese letrero devaluado le ponía precio a los recuerdos, pero no estoy seguro de si eso subía el monto o lo bajaba, si bajaba la tasa de inflación o la subía, si desvalorizaba completamente mi día. Supongo que hubo una epifanía, pero necesitaría un traductor para entenderla.

Miré abajo y encontré una colilla degollada.

Asíque bueno señoreyseñoras pasajeros… Buenasnoches, muchasgracias, espero queles haya gustado. Es detodo corazón. Yo ustedes, les iría tomando fotos a esos letreros, aesos que les gusten, mire queluego no se dan cuenta que los caminaron. Cada vez nos quedan menos de los viejos, nisiquiera sé si todavía existe elde Savoy. Pero bueno. Así es la vida: hoyestas mañananuestas. Yahora quetengo toda suatención compañeros: ¿Serían tan amables de darme una colaboración? Alguito, loquesea, es pa’ completar mi libro de cuentos, selosjuro.

Domingo Michelli (1987). Narrador y despechado. Licenciado en letras (UCAB). Coeditor de la revista literaria Arepa. Finalista del concurso de cuentos Oswaldo Trejo (2012). Cursa la maestría de dramaturgia (IUNA, Buenos Aires). Pertenece a un ejército de clones de gente con barba y lentes de pasta. Cuando lo presentan las personas no pueden resistir hacer chiste con su nombre.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 32

Trending Articles